San José, un santo en serio

Autor: Alejandro Valles, L.C.


Basta un vistazo veloz a tres escenas del Evangelio de san Mateo para darse cuenta de la talla de hombre que era san José. Pudiera ser que, para muchos, san José no sea más que una estatuilla bonita, sencilla, humilde, inofensiva, en el clásico nacimiento navideño en que el protagonismo en la gruta de Belén lo toman la Santísima Virgen y el Niño Jesús en el pesebre. San José sería más bien un anciano venerable, discreto y apacible, respetuoso de un evento que no le pertenece del todo. Sin embargo, adentrándonos sólo un poco detrás de las líneas del Evangelio, comienza a brillar con luz propia la santidad de ese hombre tan poco vistoso y espectacular.


“Resolvió abandonarla en secreto” (Mt 1,19). “Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños”. (Mt 1,20). “Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa” (Mt 1, 24).


Hay que decir que José de Nazaret era un hombre verdaderamente normal. Tenía su trabajo, sus ingresos, su casita, su buen nombre, planes y buenos propósitos en la vida. Según la Biblia era, incluso, un “hombre justo”. Uno de los rumbos que su vida estaba tomando era el de comenzar a establecer una familia. Para ello, estaba ya desposado con una joven de Nazaret. De un día para otro, recibe una noticia y parece que la vida le hace una mala jugada. La joven está embarazada. ¿Qué hacer? Decide no repudiarla, sino sólo dejarla.


En sí, la situación le resultaría dolorosa, muy contrastante a la vida que con tanta honestidad y cuidado se había ido forjando. Sin embargo, antes de poder actuar, recibe un mensaje del Cielo. No ha de ...


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