viernes, 30 de marzo de 2012

Anuncio de San José en el Antiguo Testamento





El esposo de María Santísima, nuestro padre y señor San José, es uno de los personajes singulares que fue prefigurado desde el inicio de la Revelación divina.
            En los textos del Génesis en que se menciona a José, Patriarca de Egipto, se van descubriendo al mismo tiempo las virtudes y la figura de San José, si bien en una forma pálida y lejana, porque las figuras son sólo sombras de la realidad y porque José, en algunos aspectos de su vida, es también figura de Jesucristo nuestro Señor.
“Era José de hermosos semblante y gallarda presencia. Yahvéh lo asistía de modo especial, y así fue siempre hombre afortunado. Todo lo que él hacia, Yahvéh lo llevaba a buen término a través de sus manos. Su padre lo amaba más que a todos sus hijos. José fue constituido mayordomo de una casa, administrando todas las posesiones de su amo, y la bendición de Yahvéh descendió sobre todas las posesiones que administraba. En Egipto el faraón fue consciente de que sobre él residía el espíritu de Dios, y nadie era tan inteligente y sabio como él, puesto que José había sido instruido por Dios. El faraón puso a José al frente de toda su casa; a su mandato se doblegaba todo el  pueblo. Sólo el faraón lo aventajaba en poder, habiendo recibido del faraón su anillo real y vestiduras preciosas. Cuando llegaron grandes necesidades y el pueblo  acudía al faraón pidiendo remedio, les decía: `Id a José, y haced lo que él os diga´; pues para la conservación de la vida de todos había enviado Dios a José a aquellas tierras. Y el pueblo le decía: `En tus manos está nuestra salvación´. Y Dios engrandeció al pueblo elegido, por su ministerio” (Génesis, cc. 37 y ss).
            Estas palabras, que relatan las virtudes y trabajos del patriarca de Egipto, nos dan idea de la grandeza de San José, esposo de María y padre virginal de Cristo, patrono de la Iglesia Universal, jefe de la Sagrada Familia y modelo de vida interior.
            San José fue de hermoso semblante y gallarda presencia, joven y fuerte, que eran dotes necesarias para poder vivir el papel que Dios le destinó en la historia de la Redención. Por su unión con María, y al ser el custodio de Cristo, es el más afortunado de los hijos de los hombres, pues es amado en forma particularísima por Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, y también es amado de manera especial por María, Madre de Dios y Madre nuestra, y por todos los cristianos.
            Las virtudes del patriarca de Egipto figuran las de San José, nuestro padre y señor; los mayores tesoros de Dios fueron encomendados a su protección, y él les sirvió fidelísimamente y ejercitó al mismo tiempo plenos poderes al hacer cabeza del hogar de la Sagrada Familia.

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